Tráfico de drogas en México: desde la próxima distancia (VI)
Amando Vega Fuente
Profesor de la Universidad del País Vasco
QUÉ SUCEDE EN MÉXICO III
Entre estas reformas se deben incluir salarios
más altos para los policías y mejores
mecanismos de vigilancia y control policial
para eliminar de raíz la corrupción, y perseguir
y sancionar a quienes toman parte de
la corrupción. Del lado estadounidense, las
medidas de apoyo deberían incluir el poner
freno al flujo de armas de fuego hacia México
y reducir la demanda de drogas a través de
estrategias coherentes de prevención basadas,
así como mejorar el acceso a tratamientos
de calidad para los drogodependientes. En el
ámbito mundial, sería necesario de un cambio
de estrategias, más allá de las medidas represivas,
para apoyar una transformación social
y cultural. Las medidas represivas no parecen
obtener los resultados esperados. No hay
que olvidar, por otra parte, que el consumo
de drogas no se distribuye uniformemente y
no se relaciona simplemente con la política de
la droga, puesto que los países con políticas
rigurosas en relación con las drogas, no tienen
precisamente niveles más bajos del consumo
(Degenhardt1, L. y otros, 2008).
México acaba de lanzar otra ofensiva contra
el narcotráfico y los secuestros. Los tres
poderes del Estado han firmado un pacto
para combatir al crimen organizado (Ávila,
2008). Construcción de nuevas cárceles de
máxima seguridad, reforma judicial para que
los secuestradores cumplan las penas íntegras,
nombramiento de jueces especializados, creación
de una base nacional de teléfonos móviles.
Estas son algunos de las medidas incluidas
en el Acuerdo Nacional por la Legalidad y la
Seguridad, suscrito por todos los poderes en
México: Gobierno federal, autoridades de los
Estados y municipios, legisladores y jueces.
¿Más de lo mismo?
Tampoco faltan paradojas, como la señalada
por Ovalle (2007), al explorar los sentidos
y las prácticas sociales que se construyen y
estructuran en el mundo del narcotráfico. El
consumismo y el hedonismo que caracteriza
el modo de vida de estas redes, parece contrastar
con el miedo, la instrumentalización
de la violencia y el culto a la muerte, que
cohesionan a estos grupos. Esta aparente paradoja
entre un intenso “instinto de vida” y un
igualmente intenso “instinto de muerte” se ve
reflejada en las reglas y normas que sostienen
su proyecto económico ilegal. Al estar al margen
de la ley, los “narcotraficantes” disponen
de sus propias “reglas de juego”.
Más aún, las redes del narcotráfico deben
buscar los medios adecuados para que dichas
reglas sean comunicadas; y deben encontrar
los mecanismos para que tanto los miembros
de la red, como la sociedad en general se
sujeten a ellas. En este sentido, algunas de las
particulares reglas del narcotráfico, son comunicadas
a través de las letras de los llamados
“narcocorridos”. Los narcocorridos, pues, no
dejan de ser una manifestación más de esta
compleja realidad social.
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