Tráfico de drogas en México: desde la próxima distancia (II)
Amando Vega Fuente
Profesor de la Universidad del País Vasco
INTRODUCCIÓN
Muchas noticias que llegan de México están
relacionadas con el llamado “narcotráfico”.
Estamos ante una realidad muy compleja relacionada
con la situación socioeconómica tanto
del país como de otras partes del mundo. No
se puede, por esto, aislar el “narcotráfico” de
México, y olvidar que en otros países también
existen organizaciones que facilitan este negocio
mundial, no precisamente en beneficio
de los países “productores”. El dinero que
mueve este gigantesco molino suele estar más
en los países ricos que en los pobres, aunque
sean estos los encargados del trabajo sucio.
Los medios de comunicación se encargan de
realizar esta “noble tarea” de informar sobre
unos aspectos y ocultar otros, siendo el tráfico
de noticias otro de los problemas..
Rosa del Olmo ya trató el discurso del
narcotráfico y sus consecuencias para América
Latina, en las Jornadas Internacionales sobre
Tráfico y Consumo de Drogas, celebradas
en el año 1990 en la Universidad Nacional
Autónoma de México. La esencia de la “guerra
contra las drogas” declarada en 1982
por los Estados Unidos está dirigida sobre
todo contra los países productores de droga,
esencialmente de cocaína. Al servicio de esa
guerra, afirma Rosa del Olmo, se ha acuñado
el difuso neologismo de “narcotráfico”, de que
deriva el de “narcotraficante”, apto para incluir
desde campesinos hasta gobiernos y “terroristas”
latinoamericanos, hasta el punto de
anteponer la palabra “narco” a todo término
indicativo de contextos, instituciones y actividades
relacionados con la droga. Esa guerra
consiste en eliminar las drogas antes de llegar
a los Estados Unidos, y todo lo conducente a
su producción y transporte; en reducir a los
traficantes en cualquier parte, incluso mediante
la extraterritorialidad del sistema jurídico
represivo estadounidense y la destinación al
exterior de agentes policiales. Políticamente,
esta campaña ha logrado su propósito ante la
opinión pública y ha consolidado el objetivo
hegemónico estadounidense en América
Latina. En el plano oficial, se ha logrado la
práctica de las reuniones de gobernantes para
obrar de consuno en la guerra a las drogas y
la formulación de un derecho penal máximo,
de características represivas fuer temente
autoritarias (Álvarez Gómez, 1991).
Pero el tráfico de drogas no se explica
simplemente por la presencia de los “narcotraficantes”.
Habrá que analizar con profundidad
todos los factores que posibilitan la producción
de las sustancias, en principio, prohibidas
y su distribución por todo el mundo. La estéril
batalla contra el narcotráfico, que ha consumido
miles de millones de dólares y provocado
la militarización de la lucha contra los carteles
que operan en diferentes regiones, constituye
la mejor demostración de que no se ha planteado
bien el problema o no se quiere hacerlo.
Los miles de efectivos armados destinados
a combatir a los carteles, y los sofisticados
medios dirigidos a proteger el territorio de
EEUU, se han revelado inútiles. Cada año, miles
de toneladas de cocaína inundan ese merca-
do, dejando beneficios multimillonarios a los
grandes capos. Es imposible blindar los 8.000
kilómetros de fronteras terrestres que tiene
EEUU y vigilar sus 7.000 kilómetros de costa,
sin olvidar las decenas de miles de aeródromos
y aeropuertos (Zamora, (2001)
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