miércoles, 19 de octubre de 2016

Consumo de cannabis y tabaco (II): INTRODUCCIÓN


Producción científica en consumo de cannabis y tabaco a través de la Web of Science (II): INTRODUCCIÓN

Julia Osca-Lluch
INGENIO (CSIC-UPV). Universidad Politécnica de Valencia


El consumo de tabaco, alcohol y otras
drogas constituye un problema prioritario
en salud pública, ya que comporta niveles
alto de morbilidad y mortalidad prevenibles
(King, Wold, Tudor-Smith y Harel, 1996).
Además de las consecuencias a largo término,
los efectos a corto plazo del consumo entre
los jóvenes son importantes y se asocian con
diversos daños, violencia y suicidio, embarazo
adolescente, enfermedades de transmisión
sexual y problemas de salud mental (Bauman
y Phongsavan, 1999).
Entre las drogas ilegales, el cannabis es la
substancia más ampliamente consumida en
España y la mayoría de los países europeos y
la que se asocia con una edad más temprana
de primer consumo experimental (Amado,
Arce e Isorna, 2014). El uso de cannabis, sustancia
psicoactiva bajo control internacional,
está generalizado en todo el mundo y sus
consecuencias sobre la salud han preocupado
y preocupan a la Organización Mundial
de la Salud (OMS), ya que el consumo de
cannabis produce diversos efectos nocivos
agudos y crónicos en la salud (Quiroga, 2000,
Contreras et al., 2016).
Sin embargo, la construcción social del
significado atribuido tanto al alcohol como
a los derivados cannábicos se fundamenta
sobre unas peculiaridades condiciones
contextuales y socioculturales (Moral et
al., 2009). La masiva incorporación de adolescentes
y jóvenes de ambos sexos como
consumidores de drogas (principalmente
bebidas alcohólicas, tabaco y derivados del
cannabis) se está traduciendo no sólo en un
importante incremento de las prevalencias de
uso de estas sustancias, sino en la instauración
de una imagen normalizada de las drogas y
en la banalización de los efectos asociados
a su consumo. Algunos autores indican que
diversos fenómenos sociales han hecho que
aminorase toda la alarma social vinculada al
uso del cannabis, consiguiendo una imagen
social de droga que no causa problemas
(Boses y Calafat, 2000). Ello está provocando
un cambio importante en las percepciones
sociales sobre las drogas, observándose la
reducción drástica de los niveles de rechazo
de las mismas, su creciente aceptación y la
normalización de su consumo. El resultado de
este proceso es que el consumo de alcohol y
otras drogas ha pasado a convertirse en un
elemento de referencia de la cultura juvenil,
ocupando un papel central en el ocio del fin
de semana y actuando como elemento de
integración social (Isorna, 2013).
Globalmente, la experimentación con las
sustancia adictivas más comunes se produce
en la edad escolar, lo que ha subrayado aún
más el papel de la escuela en la prevención de
estos consumos, ya que los programas que se
implementan en este ámbito tienen la ventaja
de llegar a la mayoría de los jóvenes, así como
a sus familias e, incluso, a la comunidad (Fernández,
Nebot y Jané, 2002). Normalmente
el inicio del cannabis viene precedido por
el alcohol y el tabaco (Calafat et al., 2000).
La iniciación es en términos generales más
temprana en el alcohol y el tabaco, produciéndose
en promedio antes de los 15 años. A los
16 (en promedio, en general entre los 13,5 y
18,5 años) se han iniciado en el cannabis quienes
lo hayan hecho. La edad de inicio en el
consumo de cannabis muestra asociación con
determinadas variables sociodemográficas e
históricas del individuo. Un estudio realizado
a finales del año 1998 en cinco ciudades españolas
sobre el inicio del consumo de algunas
sustancias en jóvenes muestra que existen
diferentes procesos o vías para iniciarse en
el uso de cannabis y que además, a más consumo
de cannabis mayor consumo de otras
drogas legales o ilegales, mayor policonsumo
y mayor participación en la vida nocturna.
Los consumos de alcohol, tabaco y cannabis
suelen presentar una asociación muy estrecha
de manera que el consumo de una de estas
sustancias se asocia con el consumo de las
demás (Font-Mayolas, Gras y Planes, 2006).
El uso de alcohol, tabaco y cannabis tiene una
alta prevalencia entre los jóvenes en España
en comparación con la mayoría de los países
europeos, siendo el policonsumo el patrón
más común (Plan Nacional sobre Drogas,
2011; Fuentes, Alarcón, García y Gracia,
2015). Con frecuencia, el fumar cigarrillos
y el uso de cannabis ocurren simultáneamente
(Brook, Lee, Finch y Brown, 2010;
Degenhardt, Hall y Lynskey, 2001; Miguez y
Becoña, 2015). Mientras que el consumo de
tabaco se considera un problema de salud
pública importante y que es la mayor causa
de muerte prevenible, que también afecta
a los jóvenes (OMS, 2013), sin embargo, el
consumo de cannabis ha sido escasamente
descrito como aquel que dará lugar a problemas
de salud (Merino, 2000). El cannabis
es protagonista de un controvertido tema
de debate debido a que se reciben mensajes
antagónicos. Por una parte se informa de las
beneficiosas aplicaciones clínicas del cannabis
y si se trata de una droga adictiva, aunque
algunos estudios constatan que el consumo
habitual o diario es muy frecuente entre los
usuarios de cannabis, hecho que se suele dar
con pocas drogas recreativas a excepción
del tabaco (Calafat et al., 2000) y, por otra,
se hace referencia a que no es una sustancia
inocua (Fuentes et al., 1998).
Tal vez por estos motivos, la dificultad
de rebajar el consumo de cannabis es un
fenómeno real que sin embargo ha recibido
poca atención hasta hace poco (Farrel,
1999), pese a que el uso de sustancias
ha aumentado en los adolescentes en los
últimos años y se ha convertido en una
amenaza para esta población debido a las
consecuencias a corta y largo plazo para
la salud (Vinet y Faúndez, 2012). Llama
la atención que, así como la publicidad y
comercialización del tabaco en España, es
materia regulada, sin embargo, en el caso del
cannabis, pese a su consideración de droga
ilegal, su cultivo, los sistemas de producción,
iluminación interior, la oferta de productos
agroquímicos y fitosanitarios, su publicidad
directa y por internet, han desarrollado en
algunos países como España, una industria
expansiva que mueve anualmente cifras exponencialmente
crecientes, aprovechando
el vacío legal existente. Hay evidencia de la
decisiva influencia de la publicidad directa e
indirecta del tabaco en la población juvenil,
pero hay muy pocos datos acerca de la realidad
del cannabis en términos económicos
de mercado, y su impacto e influencia en
la juventud que observa a su alrededor la
proliferación de Grow Shops, junto a estancos,
máquinas expendedoras y tiendas
de cigarrillo electrónicos (Zabala, 2015).
En general, la investigación en drogodependencias
se ha ido consolidando y, por
este motivo, el crecimiento de la producción
científica en este campo potencia la realización
de estudios bibliométricos que aportan
una visión interesante de la actividad científica
(Guardiola et al., 2006; Osca-Lluch, 2012;
Gonzalez et al., 2015). La producción científica
es un indicador que permite determinar
el crecimiento de la ciencia y sus diferentes
campos de estudio a través del número
de trabajados y los diferentes elementos
bibliográficos que contienen, que permiten
conocer la producción de los investigadores,
de un país o institución sino también
las colaboraciones entre los mismos. Los
estudios sobre la producción científica y otras
actividades investigadoras de una disciplina se
han convertido en una práctica relativamente
frecuente en el quehacer científico.
El presente trabajo pretende ofrecer una
visión general de la producción científica
internacional publicada en revistas internacionales,
que tratan sobre el consumo de
cannabis y tabaco, con el fin de conocer y
determinar el estado en que se encuentra la
investigación en este campo e identificar las
redes de colaboración de autores que han
publicado artículos científicos sobre este
tema y, además, conocer que revistas son
las más utilizadas por los investigadores para
publicar sus trabajos sobre este tema.

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