Bebidas energizantes IX: BEBIDAS ENERGIZANTES Y CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS
Benjamín Climent Díaz, Marta C. Cancino Botello y Anka Dragoi
Unidad de Toxicología Clínica. Servicio Medicina Interna. C. Hospital General Universitario de Valencia
El consumo de bebidas energizantes mezcladas con alcohol con el objetivo de contrarrestrar los efectos depresores del alcohol sobre el sistema nervioso central y reducir la sensación de intoxicación etílica es un fenómeno reciente asociado frecuentemente a patrones de consumo en forma de episodios de atracones o “binge drinking”. El consumo asociado es más frecuente entre adolescentes y adultos jóvenes. Se pueden consumir en combinados automezclados por el consumidor, más frecuente, o bien en productos ya premezclados comercializados (“alcopops”) (Metzner y Kraus, 2008). Estos formatos están diseñados con colores, sabores y aromas para ser atractivos hacia el segmento de consumidores jóvenes. El contenido de alcohol ha oscilado entre un 3.5% y 12%, según el producto y país. Es habitual el enmascaramiento del sabor del alcohol en estos “alcopops” con azúcares, pudiendo ser el alcohol base cerveza, vino o destilados. En los Estados Unidos, la FDA prohibió en el 2010 los alcopops por enmascarar los efectos de la intoxicación etílica y facilitar asaltos sexuales y accidentes de tráfi co (www.fda.gov/Food/ FoodingredientsPackaging/ucm190366.htm). Al disminuir la percepción subjetiva de los efectos de alcohol con una falsa sensación de mayor capacidad de alerta y concentración, puede implicar que el sujeto ignore la cantidad real de alcohol que está bebiendo, y puede condicionar un aumento del consumo de alcohol, con los efectos tóxicos a corto y largo plazo (O´Brien et al., 2008). De todas formas no existe una evidencia científi ca de estos efectos y en algún trabajo a doble ciego, aunque con una muestra pequeña, no se evidenciaron diferencias signifi - cativas en parámetros fi siológicos y bioquímicos entre la ingesta de alcohol solo o combinado con una bebida energizante (Ferreira et al., 2004). Esta disminución de la percepción subjetiva no se acompaña de disminución de la alcoholemia. La autopercepción de capacidad de conducción de vehículos puede condicionar un aumento en el peligro de accidentes y conductas de riesgo. (O´Brien et al., 2008; Rehm et al., 2011; Rath, 2012). El patrón de consumo de alcohol en forma de atracón junto a cantidades altas de bebidas energizantes puede condicionar un aumento en el consumo de alcohol, con los efectos tóxicos agudos y crónicos bien conocidos (Vonghia, 2008; Lee, Forsythe 2011; Rehm, 2010), que en los adolescentes presenta unas características diferentes por sus efectos en el sistema nervioso central (Guerri, Pascual, 2010). En algún trabajo se ha asociado el consumo conjunto con un aumento del riesgo de enfermedad alcohólica crónica (Arria et al., 2011). Igualmente, el consumo abusivo de estas bebidas energizantes junto a otras sustancias recreativas con efectos simpaticomiméticos como las anfetaminas y derivados, cocaína, triptaminas, piperazinas y algunas plantas y hongos puede condicionar un aumento del riesgo para la salud por la sumación de efectos tóxicos con la cafeína, produciendo toxicidad simpaticomimética con arritmias cardiacas, crisis hipertensivas, convulsiones, síndrome coronario agudo, agitación psicomotriz, etc. Además, la interacción con algunos fármacos como metilfenidato, IMAOS, modafi nilo, derivados de la efedrina, es decir, que presenten actividad simpaticomimética, también incrementará el riesgo de complicaciones.
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