jueves, 17 de noviembre de 2016

Consumo de alcohol en poblaciones adolescentes (II): INTRODUCCIÓN


Bebiendo como chicos: consumo compartido de alcohol y rupturas de género en poblaciones adolescentes (II): INTRODUCCIÓN
Nuria Romo-Avilés1, Jorge Marcos-Marcos1, Eugenia Gil-García2, Alfonso Marquina-Márquez3 y Alicia Tarragona-Camacho1
1 Universidad de Granada, 2 Universidad de Sevilla, 3 Universidad de Málaga.

INTRODUCCIÓN

El último informe de la Organización
Mundial de la Salud sobre consumo de
alcohol pone en evidencia que en las sociedades
occidentales se están produciendo
importantes cambios de tendencia en los
patrones de consumo. Concretamente, en
lo que respecta a la reducción de la brecha
en los consumos intensivos por parte de
las mujeres (WHO, 2014). Cambios que
empiezan a ser especialmente evidentes en
las poblaciones adolescentes.
La literatura científica pone de manifiesto
la importancia que el consumo de alcohol
adquiere como estrategia de diversión en
las poblaciones jóvenes (Kuntsche y Cooper,
2010); también como elemento a la hora de
definir la adopción de comportamientos de
riesgo (Bellis et al., 2008; Miller et al., 2007).
Esto ha llevado describir una serie de factores
de índole contextual, relacional y personal
que influencian el consumo de alcohol durante
esta etapa del ciclo vital (Aldridge,
Measham y Williams, 2011).
Junto a la accesibilidad al alcohol, la propia
organización de los espacios/tiempos de
ocio se considera uno de los elementos
explicativos clave dentro de los factores
contextuales que facilitan el consumo
(Danielsson et al., 2011); especialmente
cuando dicho consumo se lleva a cabo
en espacios públicos (Demant y Landolt,
2014; Coleman y Cater, 2005; Elzo et al.,
2003). Las consideraciones al consumo
público a edades tempranas han dado pie
a subrayar las limitaciones de las políticas
de control; especialmente en lo relativo al
establecimiento de restricciones a la disponibilidad
(Olcina y Llorens, 2013; Villalbía
et al., 2008; Rahav et al., 2006). En lo que
respecta a los factores de tipo relacional,
el grupo de iguales ha sido descrito como
uno de los más destacados predictores del
uso recreativo de sustancias (Branstetter et
al., 2011; Moreno et al., 2008). En el caso
concreto del alcohol, sentir presión por
parte del grupo para consumir, y que estos
lo hagan de forma intensiva, se asocia a la
experimentación de más eventos de consumo
intensivo ( Janssen et al., 2014; Johnson,
2013; Bergh, 2011). En sentido inverso, la
investigación también pone de manifiesto el
desarrollo de una serie de conductas que,
ligadas al sentido de pertenencia del grupo
de iguales, pueden actuar como moderadoras
de los efectos adversos del consumo
(Armstrong et al., 2014). Todo ello apunta
a que la experiencia de consumo de alcohol
en las poblaciones menores es amplia,
pudiéndose identificar distintas trayectorias
de consumo en estas edades (Donovan
y Molina, 2013; Danielsson et al., 2011).
Sin embargo, el creciente ascenso de los
hábitos de consumo intensivo está llevando
a subrayar la necesidad de profundizar en
las variaciones sociales-culturales que intervienen
en el momento actual (Katainen
y Rolando, 2015).
En España, la Encuesta Estatal sobre Uso
de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas
Secundaria (ESTUDES) 2010, realizada a
escolares entre 14 y 18 años, revelaba la
tendencia creciente en la incorporación de las
chicas al consumo de drogas legales, sobrepasando
a los varones en consumo de alcohol,
tranquilizantes y tabaco (DGPNSD, 2010).
La ESTUDES 2012/2013 confirma dicha
tendencia. La Encuesta subraya que el 82%
había consumido alcohol en el último año,
estando el consumo más extendido entre las
chicas; especialmente en relación a patrones
de consumo intensivo. No en vano, entre los
14 y 16 años, el porcentaje de chicas que se
emborracha es mayor que el de chicos. Un
dato ilustrativo es la participación de las chicas
en la práctica del botellón en porcentajes
similares al de los chicos. Se trata de un elemento
de análisis de gran interés por cuanto
los datos revelan que en nuestro contexto,
son más habituales los consumos intensivos
entre los que hacen el consumo de alcohol
en espacios públicos que entre los que no lo
hacen (DGPNSD, 2014). Consumo intensivo
de alcohol que también ha sido asociado en
la investigación previa a un mayor uso de sustancias
ilegales, estando más extendido entre
los varones ya desde edades adolescentes
(Meneses et al., 2009).
Desde el punto de vista epidemiológico,
estos datos son descritos como un
problema de salud pública (Emslie et al.,
2009; Moreno et al., 2008). Hecho social
que constituye una preocupación en sí
mismo. En gran medida, debido a que el
consumo intensivo en jóvenes es considerado
un predictor de consumo excesivo
durante la adultez (Blomeyer et al., 2013;
Jefferis et al., 2005). Preocupación por las
repercusiones sanitarias, especialmente
manifiesta en relación al consumo de las
chicas adolescentes. Desde el punto de
vista biológico, se ha puesto de manifiesto
la existencia de efectos diferenciales del
consumo intensivo de alcohol en varones y
mujeres. En este sentido, ha sido recurrente
en la literatura la consideración al mayor
contenido promedio de lípidos y menor
contenido de agua en el cuerpo femenino.
De esta forma, la misma cantidad de alcohol
por peso corporal, consumido en el mismo
espacio de tiempo, conduce a mayores
niveles de alcohol en sangre en las mujeres
que en los varones (Ramchandani et al.,
2001). Son precisamente estas diferencias
metabólicas, puestas también de manifiesto
en la literatura nacional, las que han llevado
a que las chicas sean consideradas más vulnerables
a los efectos tóxicos del alcohol,
desarrollando problemas hepáticos, cardíacos
y neurológicos más severos, y en menor
tiempo (Delgado et al., 2005).
Sin embargo, las características biológicas
no son suficientes para explicar la creciente
convergencia en los patrones de ingesta de
alcohol. Para comprender estos aspectos,
es necesario analizar las variables socioculturales
que influyen de forma general
sobre las conductas de riesgos en relación
al uso y abuso de sustancias recreativas. En
España, trabajos como el de Josefa Gómez
han mostrado que las mujeres cada vez
identifican más el alcohol como una parte
constitutiva de su vida social, de su incorporación
a determinados espacios de ocio, lo
que, al menos en parte, puede explicar los
cambios de tendencia acaecidos. De hecho,
fenómenos como el botellón, han igualado
las conductas entre ambos sexos en lo que
a consumo de alcohol se refiere, pero no
en cuanto a los procesos sociales en los que
se produce este consumo, ni siquiera a las
consecuencias del mismo (Gómez-Moya et
al., 2010).
La participación activa de las mujeres en
la construcción de sus identidades introduce
cambios de orden relacional que contribuyen
a desafiar las nociones tradicionales de
masculinidad y feminidad (Månsson, 2014).
El consumo de alcohol de las chicas puede
ser interpretado como una estrategia que
reduce las diferencias de género al introducir
cambios en las interacciones sociales (Measham
y Østergaard, 2009; Deutsch, 2007).
La manifestación de un mayor consumo
intensivo de alcohol de las mujeres ha sido
asociada a prácticas y valores propios del
estereotipo masculino (Day et al., 2004);
descritas como un indicador de cambio en
la posición de las mujeres en los contextos
de ocio (Plant, 2008; Rahav et al., 2006).
Sin embargo, el incremento del consumo de
alcohol de las chicas suele ser presentado,
en mayor medida que el de los varones,
como un hecho problemático. En este sentido,
la literatura científica apunta a que las
chicas de hoy en día están experimentando
una disyuntiva: el deseo de mantener una
determinada identidad y reputación femenina
a la vez que se disfruta de una mayor
libertad para consumir alcohol (Rolfe et al.,
2009; Lyons y Willott, 2008). Dicha tensión
se manifiesta en relación a la embriaguez en
espacios públicos; menos aceptada en las
mujeres al tener connotaciones sociales de
rebeldía que inciden en que las chicas bebedoras
suelen ser socialmente representadas
como sexualmente promiscuas y con mayor
probabilidad de verse involucradas en prácticas
sexuales de riesgo (Plant, 2008; Day et
al., 2004). La investigación previa ha hecho
constar los peligros de que este “pánico
moral”, producto de que las mujeres sean
especialmente representadas (y valoradas)
por su potencial como madres (Lyons y
Willott, 2008), pueda llevar a que los problemas
derivados del consumo de alcohol
desde edades tempranas sean minimizados
o ignorados (Bloomfield et al., 2006).
La influencia del género va más allá de la
simple convergencia en los patrones de consumo.
Desde esta perspectiva, asumir que
el género influencia el consumo de alcohol,
implica que puede ser descrito como una
forma de ‘hacer género’ (Measham, 2002).
Esto enmarca una cuestión de orden socialcultural
clave: las mujeres están redefiniendo
sus identidades de género en relación a los
varones a través del consumo de alcohol.
Ello permite describir la convergencia en el
consumo en un doble sentido. Como una
cuestión de cambio en los roles y como un
cambio en la significación del consumo de
alcohol como un símbolo de género (Romo
et al., 2014). Aspectos con implicaciones
en los procesos de construcción tanto
de la identidad de los varones como de
las mujeres. En este sentido, el género se
entiende como un elemento determinante
dentro de los procesos de ruptura de los
modelos normativos de feminidad y masculinidad
en la actualidad. Aunque se sabe que
las tasas de consumo intensivo de alcohol
van en aumento, en el caso concreto del
contexto español, es limitada la investigación
cualitativa centrada en obtener, desde
una perspectiva de género, una visión de
este fenómeno. Esto puede contribuir a
mejorar la comprensión de los espacios y
formas de consumo a partir de los cuales se
pueden estar construyendo subjetividades
alternativas, facilitando la formulación de
estrategias preventivas. Este artículo tiene
como objetivo exponer elementos que,
imbricados al sistema de género, muestran
algunas claves explicativas en relación al
consumo de alcohol en una muestra de
personas adolescentes en Andalucía.

REVISTA ESPAÑOLA DE DROGODEPENDENCIAS 

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