jueves, 15 de diciembre de 2016

Efectos de la resaca sobre varios aspectos del rendimiento cognitivo (I): RESUMEN


Efectos de la resaca sobre varios aspectos del rendimiento cognitivo
Referencia: Stephens R, Ling J, Heffernan TM, Heather N, Jones K. A review of the literature on the cognitive effects of alcohol hangover. Alcohol Alcohol 2008; 43:163-70.

Eduardo López Briz
Servicio de Farmacia. HU La Fe. Valencia (España)
CASP España

Correspondencia a: lopez_edubri@gva.es

RESUMEN
Stephens et al. revisan en este artículo la
literatura disponible acerca de los efectos
que la resaca ejerce sobre varios aspectos del
rendimiento cognitivo.
Entre los datos sanitarios y económicos
relacionados con los efectos del alcohol,
par ticularmente impactantes, recogen una
estimación acerca de los costos de la resaca
en el Reino Unido de 2,8 billones de libras
esterlinas anuales, consecuencia de la pérdida
media de 2,3 días de trabajo por persona y
por año, a los que habría que añadir el bajo
rendimiento de los trabajadores que acuden
con ella al trabajo.
Algunas de las revisiones previas acerca
de la resaca definen ésta como la presencia
de al menos dos síntomas (de entre cefalea,
malestar, diarrea, anorexia, fatiga, temblores y
náuseas) tras el consumo de alcohol y su posterior
metabolización, y que tienen la suficiente
entidad como para alterar el rendimiento
y las responsabilidades habituales. Stephens et
al. critican que las consecuencias de la resaca
entren en su definición y proponen una nueva,
más concreta, en la que el rendimiento se
defina como cambios en las funciones cognitivas
evaluados mediante pruebas específicas.
Para llevar a cabo la revisión, realizaron una
búsqueda en las bases de datos PSYCHInfo
y MIMAS de la Web of Knowledge sobre artículos
revisados por pares (peer-reviewed), a
la que completaron con seguimiento de las
referencias encontradas. No se especifican
los términos de búsqueda empleados, las
limitaciones por idioma, el tipo de artículos
buscados, cómo se identificó que habían sido
revisados por pares ni la causa por la que no
se investigó en otras bases de datos de mayor
relevancia (PubMed, Embase).
Los autores dividen la revisión en dos grandes
apartados: estudios de laboratorio, en los
que se administra el alcohol en condiciones y
dosis controladas a un grupo y se comparan
los resultados (tras dejar pasar un tiempo
prudencial que asegure la eliminación del
tóxico) con la administración de placebo, y
estudios pragmáticos*, en los que a los participantes
se les permite beber cuando y cuanto
quieran de una manera que se aproxima más
al consumo real.
Entre los estudios de laboratorio, se identificaron
27 artículos en inglés con niveles de
calidad variables. Cinco de ellos, realizados con
anterioridad a 1973, no proporcionaron análisis
estadísticos inferenciales de los datos, por lo
que no pudieron ser tenidos en cuenta. Otros
tres no usaron placebo como control, lo que
podría haber influido en los resultados de los
participantes, y un cuarto que sí era controlado
realizó medidas repetidas, de manera que
el cansancio pudo empeorar el rendimiento
de los voluntarios; ninguno de estos cuatro se
consideró a la hora del análisis.
Es evidente que para poder atribuir los
déficit cognitivos a la resaca es necesario tener
la certeza de que la intoxicación alcohólica ha
pasado y que todo el alcohol ha sido metabolizado,
lo que significa tener constancia de
una alcoholemia en límites indetectables. En
once de los estudios recuperados no se pudo
constatar este extremo, por lo que también
fueron descartados.
Quedaron, pues, tras la selección 7 trabajos,
en los que el alcohol se administró en
forma de vodka o de etanol mezclado con
zumos o tónica a una dosis de 0,7-1,6 g/kg.
Esta dosis representa para una persona de
70 kg aproximadamente entre 49 y 112 g de
alcohol, es decir, unas 5-11 UBE**. El placebo
lo constituía el excipiente de la bebida alco-
hólica con una pequeña cantidad de alcohol
para imitar el olor. La mayoría de los estudio
usaron hombres y se dejaron pasar 7,5-12 h
entre la ingesta y las pruebas. Todos los estudios
verificaron que la alcoholemia era cero
antes de las pruebas, que consistieron, según
los trabajos, en tests de memoria, atención,
rapidez de procesos, funciones ejecutivas y
psicomotoras.
Sólo dos de los estudios mostraron
diferencias entre el consumo de alcohol y
placebo en el rendimiento cognitivo, lo que
cuestiona seriamente la hipótesis de los efectos
de la resaca en este área. Stephens et al.
atribuyen estos pobres resultados más a una
insensibilidad de los estudios para detectar
diferencias que a una genuina ausencia de
efecto de la resaca en la esfera cognitiva, y lo
defienden con tres argumentos: 1) cinco de
los estudios eran cruzados y los participantes
podrían haber averiguado la secuencia de las
intervenciones (alcohol o placebo), alterando
la fiabilidad de los resultados; 2) las condiciones
experimentales de ingesta de alcohol se
alejan de las circunstancias en las que se bebe
normalmente (tiempo, cantidad, consumo
concurrente de alimentos, etc.); 3) es posible
que la cantidad de alcohol administrada, aunque
capaz de inducir la sintomatología clásica
de la resaca, sea insuficiente para producir
alteraciones cognitivas, pero dosis más altas
de alcohol que las usadas en los estudios
podrían poner en peligro las bases éticas del
experimento.
En la búsqueda de estudios pragmáticos se
consiguió recuperar cinco, tres de los cuales
investigaron alteraciones en la esfera cognitiva
y otros dos diferentes aspectos en la habilidad
para conducir vehículos durante la resaca.
Entre los primeros, dos de ellos mostraron
claro efecto de la resaca sobre los resultados
de las pruebas utilizadas y uno no, pero los
autores de la revisión, de manera análoga a los
estudios de laboratorio, encuentran que este
último carecía de sensibilidad para apreciar
diferencias significativas.
En los dos estudios que evaluaron la habilidad
para conducir también se produjeron
discrepancias con los resultados. Mientras uno
de ellos puso de manifiesto diferencias en una
prueba de evitación de conos en conducción
real, el otro no mostró diferencias en un simulador.
Ambos estudios eran comparables
en la cantidad de alcohol ingerida, en la alcoholemia
al inicio de la prueba y en el tamaño
de la muestra.
Como reflexionan Stephens et al., los sesgos
en los estudios pragmáticos pueden venir
dados tanto por las diferencias en el consumo
de alcohol (que es la media del declarado
por los participantes) como por el conocimiento
de los sujetos del ensayo de que iban
a ser evaluados en la fase de resaca (efecto
Hawthorne), lo que podría haber modificado
los resultados.
Los autores acaban concluyendo que, a pesar
de las evidencias empíricas acerca del efecto
negativo de la resaca sobre el rendimiento
cognitivo, no existe una evidencia concluyente
a este respecto, por lo que son necesarios estudios
adecuadamente diseñados que aclaren
definitivamente la cuestión.


* Se dice que un estudio es pragmático cuando se realiza
en condiciones lo más parecidas posible a las de la
práctica habitual.
** Una UBE (Unidad de Bebida Estándar) se corresponde
en nuestro medio con 10 g de alcohol, y se admite que
equivale a una cerveza, un vaso de vino, un carajillo
o un combinado.

REVISTA ESPAÑOLA DE DROGODEPENDENCIAS 

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